El único oasis en Europa que sobrevivió a la fiebre reguladora tras la tragedia de Hillsborough está viendo en los últimos años como un rebrote de la violencia entre aficionados amenaza con dilapidar la buena imagen del fútbol teutón, todavía preservada de cara al mundo por esconderse tras unos estadios repletos, bien ambientados y con paquetes familiares que hacen viable la asistencia al campo por un coste reducido. Pero detrás de eso, en las calles, fuera del foco de las televisiones, los enfrentamientos entre hinchadas son frecuentes, las ciudades y poblaciones alemanas se ven constantemente asaltadas por ejércitos de policías cada fin de semana que colapsa zonas enteras de sus municipios para evitar que los visitantes se encuentren con los ultras locales y acabe en batalla campal. Los cánticos xenófobos, homofóbicos y los insultos constantes al rival, monopolizan la animación.
Este rebrote de la violencia ha llevado al gobierno a proponer reformas para asegurar una experiencia segura en los estadios, y una de esas medidas, la que ha soliviantado a todos los movimientos de aficionados en el país, incluye la personalización de entradas e instalar cientos de camaras de vigilancia en las gradas y hasta una moción adjunta que plantea poner asientos a las gradas que hace 20 años se salvaron de ser convertidas en zonas comunes. Aunque esta propuesta no ha convencido a los clubes puede quedar excluida en la votación final. Este problema no es una sola cuestión de aficionados, también afecta a las entidades. El pasado año una investigación policial abierta tras los altercados entre ultras del Hansa Rostock y del St Pauli (en el conocido como el derby del odio) descubrió que el presidente del Hansa fue uno de los instigadores que animó a sus ultras a luchar contra los izquierdistas representantes del club pirata. Una violencia ultra derechista extendida en el este, en la vieja RDA, donde las organizaciones próximas al nacional socialismo se han hecho con el control de la mayoría de sus clubes, muchos instalados en categorías regionales.
En 2010 el Red Star Leipzig se retiró de la competición harto de sufrir agresiones tras quedar encuadrado en un grupo con mayoría de equipos vinculados a movimientos nazis. En las últimas semanas al Dynamo Dresden se le ha suspendido su participación en la próxima Pokal por los constantes problemas de sus aficionados, anteriormente en Dortmund, hace un mes en Hannover, aunque ya el pasado curso se vio obligado a jugar 2 partidos a puerta cerrada – aparejados a millonarias multas – pesando sobre el club una amenaza (la cuarta en ocho años) de retirada de licencia. Esta clase de violencia no sólo se queda en la calle, también ha llegado a las convocatorias de accionistas, en los últimos dos años Overath, leyenda y presidente del Colonia, sufrió dos intentos de agresión en plena junta extraordinaria, viéndose en la última de ellas, obligado a dimitir entre lagrimas. Uno de los casos más escandalosos en el último año en Alemania se vivió en Hoffenheim, donde la entidad presidida por el millonario Dietmar Hopp atacó con ultrasonido a los aficionados del Dortmund cada vez que estos le proferían algún insulto, provocando más de un centenar de heridos por hemorragias auditivas y fuertes dolores de cabeza.
Pero esta medida, a pesar de ser polémica, ya fue puesta en práctica el 10 de noviembre pasado en Múnich, cuando los directivos del Bayern llegaron a la conclusión de que el partido que debía enfrentarlos al Eintracht Frankfurt encerraba demasiados riesgos. Para impedir la violencia en las graderías reservadas a los hinchas visitantes, el Bayern levantó varias tiendas de campaña, donde sometían al público foraneo a un rígido control corporal. Gracias al control, el personal de seguridad requisó 20 cuchillos, dos bastones, una manopla, latas con gas tóxico y varias dosis de cocaína.
La respuesta de los aficionados a estas medidas ha sido clara, en defensa de la cultura de la animación, han silenciado durante 15 minutos los estadios en las últimas jornadas, haciendo evidente la perdida de ambiente si los ahora famosos fondos desaparecen o son esquilmados como se pretende. La decisión a que la ley 12:12 sea aprobada se tomará en la próxima reunión de la DFB donde ya se conoce la orientación del voto de muchos clubes. El HSV votará en contra, el Gladbach a favor, y cinco clubes más se abstendrán. El destino de los estadios alemanes está en manos de 11 indecisos, la presión de los suyos continuará hasta entonces.
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