1 may 2011

Yo, Borussia Dortmund.

Los primeros fotogramas que nos muestra Woody Allen en Match-Point podrían servir para explicar la situación actual del Borussia Dortmund. Un club que ha vivido los últimos 9 años en continuo estrés, pendientes del lado en el que caería la pelota. Una historia de funambulismo institucional que se ha visto compensada con un titulo de liga que fue parido tras un excepcional trabajo en los despachos. Cuando Reinhard Rauball se hizo cargo de la entidad dorada, esta, venia de solventar a escasos 15 minutos del plazo limite una liquidación que días antes parecía inevitable. En Mayo de 2005 unos borussers desesperados vendieron su estadio a un fondo de inversión inmobiliario, desde ese momento, el conjunto de Westfalia se convirtió en un extraño en su propia casa.

Resulta paradójico que la penuria financiera, la lucha cara a cara con la muerte, haya sido el único elemento capaz de traer cordura al mundo del fútbol. La estrategia del renacido club germano era sencilla. Tras acumular unas perdidas de 90 millones de euros el plan de choque tenia que ser explicado sin tapujos, sin miedos y sin complejos de ningún tipo al aficionado medio. Con la serenidad que caracteriza al dirigente alemán, en una tumultuosa rueda de prensa, los nuevos capitostes nacientes de la crisis explicaron con pelos y señales la situación de la sociedad – suspendida en la bolsa de Frankfurt y sancionada por el gobierno alemán – “nos esperan años duros, incluso tememos por la viabilidad del proyecto en primera división a corto plazo”, con esas palabras dio comienzo su alocución Hans-Joachim Watzke, director general del BVB, tras 20 días en el cargo.

El plan de choque aplicado responde al ABC de la empresa, despidos, reducción del coste de la plantilla por debajo del 50% de los ingresos anuales, venta de jugadores, optimización de recursos, y la elaboración de una hoja de ruta que conduzca a la empresa hacia la viabilidad a largo plazo. En Westfalia se ficha para vender, y se vende para fichar, una política deportiva que está ligada a la económica y cuyos responsables forman conjuntamente una comisión de evaluación, siendo el director deportivo la ultima pieza de un amplio departamento financiero. Tras arduas negociaciones, que obligaron a cumplir con demasiadas exigencias, se consiguió convencer a las autoridades para lanzar una ampliación de capital de 50 millones de euros destinada a la recompra del 50% de su estadio. Un primer paso que sacó del pozo deportivo a la institución, navegante habitual de la parte baja de la tabla en los últimos años.

A diferencia de otros lares, en Alemania las hojas de ruta no solo se explican, sino también se cumplen. Así en 2007 el club firmó con Sportfive – la mayor empresa mundial de marketing deportivo y comunicación – un plan estratégico para la explotación de la marca. Desde su llegada los ingresos por patrocinios y mercadotecnia se han multiplicado por cinco. Kappa superó el histórico contrato con Nike, Evonik trajo casi 8 millones de euros para su publicidad en las camisetas, y la recompra de ciertos derechos de explotación de su estadio, permitieron que Signal Iduna desembolsara seis millones anuales por el naming del estadio, que junto a la apertura del nuevo museo del club, han permitido dar un paso de gigante en la viabilidad económica.

Los dirigentes del Dortmund entendieron desde el primer minuto que la recuperación pasaba por obtener resultados deportivos. Así a pesar de las limitaciones, la parcela fue potenciada multiplicando por dos el presupuesto de su academia, aumentando el personal de la secretaria técnica y modernizando la flota informática y tecnológica, siendo estos últimos los culpables del descubrimiento del joven Kagawa – segunda división japonesa – por un coste no superior a 300 mil euros. El japonés, a pesar de su baja en los últimos meses, ha sido una pieza clave en el éxito del equipo. Un icono de la nueva filosofía implantada en la entidad, gente joven, mezcla de cantera y talento importado del que no solo obtener resultados deportivos sino también económicos. No hay lugar al riesgo, por eso las incorporaciones tienen que contar con el visto bueno de todos y cada uno de los responsables técnicos, basta una simple duda, para tirar por tierra la operación. Todo ello cuenta con la supervisión de Jürgen Klopp, la piedra roseta sobre la que se apoya el proyecto deportivo. Un entrenador joven puesto al mando de un equipo joven, al que en apenas tres años ha dotado de carácter, mentalidad ganadora, y de disciplina táctica, algo impropio en una liga abonada en los últimos tiempos al juego alegre y despreocupado nacido tras el boom del Werder Bremen de Thomas Schaaf a principios de siglo.

Por encima de toda consideración, el principal valor del éxito del Borussia no solo reside en una buena política deportiva, ni en la conjunción de jóvenes valores, su principal ingrediente es el buen ambiente, la identificación plena con un entrenador, un grupo sano que es consciente de sus limitaciones y sabedor de sus virtudes. Sobre el tapete los muchachos de Kloppo hacen lo que saben hacer, sin florituras estériles ni intentos kamikazes. Tras el éxito y su regreso a la liga de campeones el club, y esta plantilla, se enfrentan a un nuevo reto. Los ingresos vía UEFA saciarán las hambrientas arcas de la entidad, aunque la lluvia de ofertas por sus jóvenes más apetecibles será una tentación difícil de superar. De momento su técnico, y algún jugador, ya han mostrado su voluntad de disfrutar de la máxima competición en Dortmund. Pase lo que pase, el buen futuro del club está garantizado.

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