En la actualidad, y desde hace meses, en el país teutón se ha abierto un serio debate para evitar que la Bundesliga se convierta en la nueva liga española. Un termino que se encargó de destruir Jürgen Klopp con la brillantez que le caracteriza: “En realidad vamos hacia la nueva Escocia, donde sólo manda el Celtic”. Uli Hoeness se mostró preocupado y prometió una gran sentada nacional para debatir que se podría hacer para evitar la monopolización del campeonato. El presidente del Bayern, que ha revolucionado la comercialización del deporte en Alemania en los últimos 20 años, es consciente que el primer perjudicado de una liga “a la española” (termino que se usa con frecuencia en la prensa alemana) es su propio club. Y lo hizo no sin antes lanzar un dardo: “¿Dónde está todo el dinero que ha ganado el Werder con la Champions en los últimos años?, ¿En qué se ha gastado el Wolfsburgo el dinero? Nos preocupa la situación, no es bueno sacarle 25 puntos al segundo, pero no es culpa nuestra”.
Aunque Hoeness lo niegue, en cierto modo si que es culpa del Bayern. A diferencia de España los problemas de la Bundesliga – tremendamente elogiada en Europa, pero con muchos defectos a ojos de los aficionados locales – no radican en las diferencias económicas ni en un enfrentamiento de entidades arruinadas contra clubes que se enriquecen a costa de los demás. Reside en una cuestión de imagen. Cuando el Schalke contrató a Raúl muchos lo vieron como una frivolidad, en realidad la operación respondía a un anhelo histórico de la entidad de Gelsenkirchen. Durante años la institución minera ha tratado de atraer grandes jugadores europeos a la cuenca del Rhur, pero estos nunca han visto atractivo ni en la competición ni en la entidad a pesar de ponerles sobre la mesa fichas millonarias. Contratar a una vieja gloria en busca de su último gran contrato fue su única oportunidad.
Recientemente Der Spiegel reveló que el Wolfsburgo le paga al brasileño Diego ocho millones de euros, entre sueldo base y primas por rendimiento. Sin embargo la entidad dependiente de la Volksvagen es incapaz de convencer a jugadores de nivel para jugar en su club. ¿Hubiera aceptado Van Persie fichar por el Wolfsburgo aun ofreciéndole más dinero del que ganaba en el Arsenal? El Bayern es la única entidad atractiva para el jugador continental, al único club que un jugador medianamente relevante aceptaría ir aunque haya una docena que puedan ofrecerle el mismo dinero y un proyecto ambicioso en la Bundesliga. El Dortmund paga a sus mejores jugadores unas fichas de cinco millones netos por temporada, suficiente para seducir a cualquier estrella emergente, pero ni siquiera con Klopp y su subcampeonato de Europa es capaz de conseguirlo. En esa tesitura los rivales tienen que conformarse con formar talento y echar mano de prometedores jugadores holandeses, polacos, checos, nórdicos... y aun así no pueden retenerlos cuando explotan seducidos por el poder de la Premier League, el glamour del Real Madrid o el atractivo del Bayern.
El Friburgo, que ha estado peleando por la cuarta plaza durante todo el curso, tiene a diez jugadores de su plantilla formados en su cantera. El Eintracht Frankfurt, otra de las sensaciones del campeonato, cuenta con ocho futbolistas de 20 años, y con siete menores de 25, además de dos que no superan los 18. En el Hamburgo sólo cinco jugadores de los 25 en nómina han nacidos antes de 1988. El club del diamante lleva cuatro temporadas madurando un grupo de jóvenes talentos que empezará a darle resultados dentro de una o dos temporadas, mientras, el Bayern con Guardiola y Götze pueden seguir dominando sin oposición el campeonato. Esa es la diferencia que hace posible la 'españolización' de la Bundesliga. El conjunto bávaro no compite con talentos en formación, los deja madurar en sus clubes y cuando estos han llegado al punto óptimo los ficha aprovechándose de su reputación. No tuvo reparos en gastarse 22 millones de euros en Neuer, ni 40 en Javi Martínez. Hace valer, como gusta presumir a su presidente, que son una maraca global mientras sus rivales son meros equipos de barrio condenados a reinventarse cada pocos años. Los ciclos históricos en la Bundesliga nos dicen que el Bayern nunca ha sido campeón cuando ha tenido un rival serio por el título, su gran suerte es que esos rivales apenas duran en la élite tres temporadas. Ficharon a Mario Gómez del mejor Stuttgart, a Ivica Olic y Jerom Boateng del mejor Hamburgo, a Götze del mejor Dortmund, a Mandzukic del mejor Wolfsburgo, a Klose del mejor Werder Bremen y a Ballack del mejor Leverkusen haciendo uso de su poder de atracción. Es la forma que tienen de debilitar al enemigo local.
Los propietarios del Westfalen Stadion verán marchar a sus mejores jugadores tras el éxito continental viéndose obligados a empezar un proyecto con nuevos y prometedores jugadores que necesitaran otros dos o tres años antes de dar un rendimiento optimo, y lo tendrá que hacer luchando contra la potencia bávara que seguirá solidificando su equipo con estrellas consolidadas. La realidad del fútbol alemán se encuentra en una extraña paradoja. Sus clubes cada año son más ricos, ganan más dinero y cierran los ejercicios con beneficios mayores, sin embargo las diferencias con el Bayern en el terreno de juego cada día son más grandes. Peter Hess, del Frankfurter Allgemeine, hacía hincapié en el factor Champions como elemento diferenciador. Según Hess el Bayern, que sólo se ha perdido una edición de la liga de campeones desde 1996, ha contado durante todo este tiempo con unos 25-50 millones asegurados por temporada, mientras sus rivales domésticos no han podido consolidarse en Europa. De hecho el éxito del Borussia Dortmund es una rareza histórica, generalmente todo equipo que no es el Bayern no suele quedar entre los cuatro primeros cuando compagina Champions y liga. En los últimos 15 años salvo el Werder Bremen y el conjunto de Westfalia nadie ha conseguido repetir durante tres temporadas consecutivas su clasificación para la máxima competición continental.
Recientemente el semanario Die Zeit publicaba un decálogo con medidas a adoptar para evitar el riesgo de 'españolización' de la Bundesliga. Entre ellas habían algunas como la abolición de la ley Bosman, en lugar de restringir el uso de extranjeros imponer que al menos 6 titulares sean seleccionables por el combinado nacional. Otro de los puntos, hablaba de crear un fondo nacional donde depositar los premios UEFA por competiciones europeas y repartirlos equitativamente entre todos, al igual que suprimir los bonus por rendimiento en el reparto televisivo para ayudar a una mayor igualdad. No a mucho tardar proyectos de dinero como el Red Bull Leipzig aparecerán por la primera división alemana y se tendrán que enfrentar al mismo problema que el resto, cómo convencer a los mejores jugadores para recalar en su equipo. Alemania en lo futbolístico tiene un grave problema de atractivo, tiene el suficiente dinero para permitirse a muchos de los mejores jugadores del mundo, pero estos no quieren acudir salvo que los llame el Bayern.
Es la extraña situación de un campeonato envidiado y referenciado hasta la saciedad, un modelo de fútbol social donde se gasta lo que se tiene que ve como las estrellas evitan recalar en su campeonato para hacerlo en proyectos que cuentan con el apoyo de un magnate. Esto ha llevado a todos los clubes a apostar por fabricar sus propios cracs con una inversión en instalaciones y personal que en algunos casos rozan los veinte millones de euros. Quizá esa sobreproducción de talento haga imposible que el equipo de Munich pueda absorberla toda y acabe sucumbiendo ante sus rivales. Pero mientras la segunda generación de canteranos alcanza la madurez, sólo un equipo formado por los suplentes del Bayern podrá plantarle cara al equipo bávaro en los próximos años.
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