¿Debo comentar lo que voy a escribir? No estoy seguro de ello, pero estoy seguro de que quiero, porque de las mil distintas maneras que hay de disculparse, el peruano Paolo Guerrero escogió la que le sale más barata.
El delantero del Hamburgo empacó, según le contó a la prensa, un paquete dirigido al aficionado victima de su ataque con la botella, con el que quiere ofrecer disculpas por su conducta.
En el “paquete” van:
- Entradas para un partido del Hamburgo. Esas entradas no le cuestan a Guerrero ni un céntimo, mucho menos un mínimo esfuerzo simbólico en conseguirlas; las entradas las consigue el peruano con una simple llamada a las oficinas del club. Eso es comprar indulgencias con dinero que no es de uno; más elegante hubiera sido empacar algo que fuera muestra del verdadero arrepentimiento, algo que demandara hacer algo por iniciativa propia, además, según me entero, la victima posee un tiquete de entrada válido para todo el año en los partidos de local del Hamburgo.
- Un paseo en Ferrari. Por lo visto el peruano cree que todos son como él (quizás no está equivocado en cuanto a su victima, pero esa es otra historia), que se dejan impresionar por “símbolos” de lujo, etiquetas que dicen “lo hemos logrado”, “ahora si soy” porque tengo un auto que cuesta una fortuna; al final uno se da cuenta que en el caso de Guerrero “ni es” (pese al Ferrari) porque el que es no acude a un botellazo (agresión más digna de otro tipo de establecimientos alumbrados por bombillas rojas), ni el aficionado agredido “será” porque el paseo lo daría a manera de préstamo en el auto de su agresor. Sí, Guerrero es dueño de un Ferrari (para quienes no lo sabían) y ese paseo tampoco le cuesta mover el meñique.
El peruano contó también que el objetivo no es tanto el arrepentimiento como el que “jugadores y aficionados se traten con más respeto” y un par de segundos después agregó “quiero quedarme en el Hamburgo”.
Entendido. Daniel Martinez - Deutsche Welle.
El delantero del Hamburgo empacó, según le contó a la prensa, un paquete dirigido al aficionado victima de su ataque con la botella, con el que quiere ofrecer disculpas por su conducta.
En el “paquete” van:
- Entradas para un partido del Hamburgo. Esas entradas no le cuestan a Guerrero ni un céntimo, mucho menos un mínimo esfuerzo simbólico en conseguirlas; las entradas las consigue el peruano con una simple llamada a las oficinas del club. Eso es comprar indulgencias con dinero que no es de uno; más elegante hubiera sido empacar algo que fuera muestra del verdadero arrepentimiento, algo que demandara hacer algo por iniciativa propia, además, según me entero, la victima posee un tiquete de entrada válido para todo el año en los partidos de local del Hamburgo.
- Un paseo en Ferrari. Por lo visto el peruano cree que todos son como él (quizás no está equivocado en cuanto a su victima, pero esa es otra historia), que se dejan impresionar por “símbolos” de lujo, etiquetas que dicen “lo hemos logrado”, “ahora si soy” porque tengo un auto que cuesta una fortuna; al final uno se da cuenta que en el caso de Guerrero “ni es” (pese al Ferrari) porque el que es no acude a un botellazo (agresión más digna de otro tipo de establecimientos alumbrados por bombillas rojas), ni el aficionado agredido “será” porque el paseo lo daría a manera de préstamo en el auto de su agresor. Sí, Guerrero es dueño de un Ferrari (para quienes no lo sabían) y ese paseo tampoco le cuesta mover el meñique.
El peruano contó también que el objetivo no es tanto el arrepentimiento como el que “jugadores y aficionados se traten con más respeto” y un par de segundos después agregó “quiero quedarme en el Hamburgo”.
Entendido. Daniel Martinez - Deutsche Welle.
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