1 abr 2011

Ellos prefieren desaparecer.

Casi ocho años en segunda, una política deportiva caótica, y un agujero económico de 14 millones de euros están conduciendo lentamente hacia la desaparición al histórico Munich 1860. El conjunto bávaro es una más de las muchas entidades deportivas en toda Europa que están pagando la crisis financiera con mucho más que números rojos. Los próximos días serán cruciales para su reflote, las negociaciones a brazo partido con acreedores, inversores y bancos es encarnizada, una lucha contra reloj en la que el club leonino encuentra el apoyo de todos, menos de los suyos. Franz Beckenbauer, reconocido aficionado al TSV en su juventud, hace campaña por el largo y ancho país aconsejando a todo aquel que se haga llamar “amigo” a que invierta en la sociedad muniquesa.

El poder de la fanzkurve en Alemania alcanza cotas insospechadas. Organizado bajo una compleja organización a nivel nacional, los aficionados más animosos de los estadios germanos ejercen un potente lobby de presión en la Bundesliga. Los ultras del Nürnberg ya dieron muestra de su poder al obligar a sus dirigentes con múltiples manifestaciones a romper un principio de acuerdo con una multinacional para la venta del naming de su estadio, a razón de 8 millones de euros por temporada, y esque el odio al fútbol moderno es el leitmotiv de estas organizaciones. Tras claudicar los bávaros no pudieron reforzar el equipo y un año después de ganar la POKAL y clasificarse para la UEFA dieron con sus huesos en segunda división.

El poder de esta clase de grupos se asienta en dos pilares bien definidos, la popularidad entre la masa social más joven y la aceptación de la sociedad debido a un labrado trabajo de imagen, abandonando la cruda violencia que aterrorizó la Alemania de finales de los 80 y mediados de los 90. La ley del 50+1, norma que permite que la propiedad de los clubes estén en manos de sus socios, es otro ingrediente fundamental de su poder. Su innata capacidad de movilización consigue que sus votos sean vitales para mantener en el poder a las directivas, lo que ocasiona que movimientos de esta índole acaben siendo escuchados.

Por eso mientras el presidente del TSV 1860 advierte que harán todo lo posible para evitar la desaparición de la sociedad, miles de personas ataviadas con pancartas y globos de pintura azul atacan la sede social muniquesa, sin otro fin que el de evitar que el Banco Federal de Munich les rescate, quedando esta en manos de la entidad financiera. Alejado del clamor existente en la calle, la junta de control recela de las exigencias del banco, por lo que ya baraja un plan B. Según apuntó el pasado Jueves el Süddeutsche-Zeitung un fondo soberano de Abu-Dhabi podría ser la encargada de traer la salvación a cambio de la propiedad, lo que les obligaría a abandonar la regla del 50+1 para acogerse a la del mecenazgo, por la que se rigen asociaciones como el Bayer Leverkusen o el Wolfsburgo. Una flexibilidad que no tiene la ley española de Sociedades anónimas deportivas, por la que ningún equipo puede dejar de ser SAD para entrar a formar parte de la excepción a la misma.

Si la oposición de sus partidarios a estar controlados por un banco se presenta acerrima, dejar la institución en manos de capital extranjero hará aumentar los decibelios de la protesta haciéndole ganar adeptos a la causa. Y es que como rezaba una de las pancartas colgadas en la sede del club: “Preferimos desaparecer de forma honrada, a vivir plegados a los intereses de un banco”. El Munich 1860 ya tiene el dudoso honor de se el primero en declararse en quiebra en plena competición, ahora solo le quedan horas para evitar la desaparición y tener que empezar bajo otra denominación en la segunda división bávara, encuadrada en lo que aquí conocemos como fútbol regional.

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