1 ago 2011

Milagro con infarto incluído.

Cuando Ingmar Rübeck abandonó su casa sobre las dos del mediodía para dirigirse al Rudolf-Harbig ni se imaginaba que, a sus 68 años, aquella noche la pasaría en un hospital tras presenciar una apasionante eliminatoria de copa entre el Dynamo Dresden y el Bayer Leverkusen. En su localidad de tribuna, haciendo gala de sus esfuerzo para conseguir un lugar preferente en el estadio, no se perdió detalle del calentamiento de ambas escuadras. ¿Quien podía imaginar, viendo los primeros sesenta minutos de partido, que el desenlace nos dejaría un estadio desatado celebrando un pequeño milagro.?

Seguramente, como todo incauto aficionado que se precie, durante aquellos instantes apelaría a la mística de la copa, a los espíritus del fútbol que de vez en cuando consiguen milagros que nos dejan ver a un conjunto de segunda división en una final del torneo, y por si acaso, implorando también a todas las hadas inimaginables – toda ayuda es poca - mientras los Derdiyok, Kiesslin y compañía trotaban sobre el césped del moderno recinto esperando las 15:30, hora del comienzo del encuentro. Pero el fútbol es más lógica que otra cosa, aunque nos regale de vez en cuando maravillosas rarezas que nos recuerden la finalidad primitiva de esto del deporte. Por eso en el minuto 12, cuando Sidney Sam estableció el 0-2 en el marcador, Ingmar, junto a los otros 26 mil espectadores que le acompañaron, no pestañearon. La normalidad dictó que una de las mejores plantillas del país, el equipo que lleva dos años consecutivos peleando hasta las ultimas jornadas el titulo de liga, se impusiera sin apenas sudar a un recién ascendido a segunda división.

“Es lo lógico, esta no es nuestra guerra” debió de pensar durante el descanso, mientras hacia frente al frío y a la intensa lluvia con un chocolate caliente entre sus arrugadas manos. Pensamiento aplastante, corroborado con el 0-3 de Schürrle en el minuto 50 que certificó así el insultante dominio visitante. Los milagros del fútbol, como suele ser habitual en Dresden, volvían a pasar de largo. Otra vez, como aquella eliminatoria de Copa de Europa ante el Bayern en 1974, o las semifinales de la UEFA ante el Stuttgart a finales de los ochenta, un Wessie destrozaba al Dynamo en una competición por eliminatorias. ! Será mejor empezar a mejorar en la liga (1 punto de seis posibles) !

Ser el equipo odiado del régimen en tiempos de la RDA, y vivir atropellos de todo tipo, para evitar que le restaran protagonismo al equipo de Mielke, moldeó un carácter irreductible y un espíritu de lucha eterna entre la gente de Dresden, a pesar del ridículo de sus jugadores a manos de todo un Leverkusen los “Dynamo, Dynamo, Dynamo” no dejaron de martillear los oídos de los presentes. Quizá fue eso, junto a la relajación de los visitantes, lo que llevó al roster aurinegro a maquillar el marcador y ofrecer una derrota honrosa a su público. Y así, intentándolo, lo encontraron en la cabeza de Schuppan, el 1-3 ya era otra cosa, solo bastaba con mantener el ritmo para ofrecer un marcador “lógico” a los suyos.

Pero la lógica tiene muchos caminos. Nos dice que si un equipo inferior sale con miedo y dudas a enfrentarse a toda una potencia acaba con un 0-3 en contra sin darse cuenta. La misma lógica también nos dice que si un equipo superior, viéndose ganador, se relaja ante un rival que encuentra la tranquilidad al verlo todo perdido y tira de orgullo, acaba derrotado entre el peor de los ridículos. Así, entre lógicas, Robert Koch, dos minutos después que Schuppan, hizo el 2-3 en el 70, y con ello, disparó las pulsaciones de Ingmar Rübeck y todos los dresdners presentes. El Dynamo pasó de ser un juguete roto a manos del Leverkusen a encerrar a estos en su campo, “El milagro es posible.”

El tiempo se agotaba, y a pesar del aparente dominio local, los escasos ataques visitantes siempre acababan en peligro. En esas, el sentido común volvió a hacer acto de presencia. Desesperados, en el ultimo minuto, y sin nada que perder, el típico balón a la “olla” volvió a encontrarse a Koch para convertir 3-3 en el 88 que envió al limbo a todo razonamiento lógico que había en la sala. Sin saberlo, Rudi Völler y el señor Rübeck, en ese preciso momento, conectaron. Las cámaras nos enfocaron al director deportivo del Bayer, nervioso, llevándose las manos a la cabeza y dando vueltas sin parar en el balcón de su Palco Vip.

Todavía le esperaban 30 minutos de incertidumbre que traerían consigo la vergüenza. La tensión de la prorroga agotó a propios y extraños, un Dynamo encerrado en su campo encontró en el 117 de partido un agujero en la temerosa zaga rival que dejó al incombustible Schnetzler, al que habían premiado sus años de servicio con aquel partido, solo ante el portero. En ese instante, la tensión reventó al señor Ingmar, que en pleno infarto, pudo ver como una excepcional vaselina daba al Dynamo el billete hacia la segunda ronda de la DFB Pokal.

El milagro de Dresde ya es una realidad, una hoja más en la inmensa historia de la entidad y de la competición, hasta nos dejó para la posteridad a un anciano de 68 años que culminó su mejor noche en muchos años en un hospital recibiendo la visita, horas después, de aquellos jugadores que con un excelente trabajo habían enviado a su “ejemplar aficionado” al quirófano del hospital público de la capital sajona. El hombre, aunque tocado, vivirá para contar que estuvo aquella tarde mágica ante el Leverkusen, que quien sabe en que derivará. Ahí tenemos las finales del Duisburg o Unión Berlín.

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