17 ene 2012

El dinero occidental llega al este.

Acostumbrados a ser saqueados por el opulento occidente, a ser asaltados sin contar con armas con las que combatir los continuos atropellos perpetrados por sus cacareados hermanos ricos, los clubes del este han vivido 20 años sumidos en el ostracismo, perdiendo sus jóvenes talentos a edad temprana sin tener la más mínima oportunidad de retenerlos. Una situación caótica que ha llevado a muchas de las viejas damas de la RDA a la extinción, a años de guerras civiles y a encadenar múltiples descensos administrativos temporada tras temporada. Pero esos tiempos de incertidumbre parecen estar llegando a su fin, aunque todavía, en esta etapa de transición, se dejan ver desde Berlín hasta Leipzig viejos tics adquiridos en la escuela oriental.

Con la creación de la 3.Liga hace cinco temporadas los ossies han encontrado el oasis esperado, la división que les ha dado pausa, estabilidad, e ingresos suficientes para emprender por fin el camino capitalista que jamás entendieron. Desde dicha división han ido catapultándose hacia la segunda categoría profesional del fútbol alemán, y utilizada esta, como nexo de unión entre dos mundos, el páramo del fútbol regional y el maná de la 2.Bundesliga.

Con cinco clubes del este acomodados en la división de plata, y otros tantos en la de bronce, las entidades regias orientales ya apuntan sin complejos hacia el profesionalismo. Y todo gracias a la llegada del dinero occidental. Veolia y Glücksgas apostaron fuerte por el único grande del este que ha conseguido sobrevivir, el Dynamo Dresden, que fue noticia este verano por eliminar al Leverkusen de la POKAL tras su regreso a segunda división (no lo conseguía desde 2005), y que ha emprendido gracias al nuevo estadio una etapa de estabilidad económica jamás conocida hasta el momento.

Un modelo que anteriormente explotaron con tino el Unión Berlín – con la ayuda de sus aficonados – o el Erzgebirge Aue, y que el Hansa Rostock está apunto de tirar por tierra gracias a la extrema violencia de sus ultras, en convivencia con los dirigentes del club, que ya ha provocado la salida de varios patrocinadores abochornados por verse ligados a una imagen de violencia sectaria sin fin. Aun así la esperanza para la región pobre de Alemania es palpable. El dinero de Red Bull situará más tarde que pronto al novato RasenBall en la élite, y el simpático Energie Cottbus, pionero en estabilidad presupuestaria tras la unificación, volverá a la Bundesliga en cualquier momento.

Esta fiebre inversionista ha puesto sus ojos en otra bella dama, desmejorada por años de palizas y abandono, que puede verse rescatada por una inesperada lluvia de dinero extranjero. El Magdeburg, enfrascado en una millonaria lucha por regresar al fútbol profesional, ha vivido los dos últimos años en la modesta liga regional partiéndose la cara para evitar un descenso en ocasiones cantado. Dificultad que no ha sido impedimento alguno para continuar firme en su afán de reverdecer sus días de gloria, aquellos, que le llevaron a ganar la Recopa de Europa en 1974 al mismísimo Milan, siendo la base en la que se apoyó la mejor selección del este jamás conocida, aquella que venció con gol de Sparwasser a sus vecinos federales en el mundial de Alemania.

Debido a que la ley del 50+1 impide a las instituciones germánicas ser vendidas, las entidades han encontrado subterfugios legales para contar con mecenas de forma encubierta. Si un millonario Jordano salvó al Munich 1860 de la desaparición este verano, un conglomerado de empresas unificadas bajo una firma de marketing, ejercerán de inversor en Magdeburg, desembolsando la nada despreciable cantidad de 30 millones de euros a través de un ambicioso programa de multi-patrocinios, que abarca desde el naming del estadio hasta la publicidad en la camiseta del equipo. Un proyecto que ha sido ideado y trabajado por el presidente del club, Volker Rehboldt , que anuncia ante la inimiencia del acuerdo “que se respetará la singualirdad de la institución y no se menoscabará el poder del aficionado sobre las decisiones vitales de la entidad.”

Ahora, para que la lluvia de billetes recaigan sobre el modesto MDCC-Arena, el equipo del este tiene que conseguir la permanencia y entablar una acalorada discusión con su masa social, reacia, como es costumbre en la Bundesliga, al fútbol moderno, a aquel que busca dinero más allá de su masa social y que ya ha llevado a muchos clubes, como el Nürnberg, a rechazar ofertas de 9 millones de euros por dar un nombre comercial a sus estadios. La rumorologia ha impregnado un debate que ha llegado a insinuar que el proyecto mágico del señor Rehboldt es una copia del modelo “Red Bull” que llevaría a la institución a modificar su nombre, sus colores y su emblema, algo que el portavoz de la entidad, y uno de los impulsores del proyecto, Schmidt Lietzow, se ha encargado de desmentir: “La integridad del FCM está garantizada, no haremos nada que ponga en peligro la historia de nuestro equipo, su nombre, nuestros colores o escudo, no son palabras vacías, es la promesa pública y veraz que le hacemos al aficionado desde la directiva.”

Como ya ha ocurrido en Leipzig, las reacciones contrarias de los rivales más inmediatos no se han hecho esperar, Michael Schädlich , presidente del Hallescher FC, enemigo histórico del Magdeburg, avista que este acuerdo “desvirtúa el principio de igualdad en la competición.” Algo que no se puede negar, pero para los clubes del este, esta es la única manera de poder regresar al más alto nivel.

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