8 mar 2011

Los mil y un milagros de Milan Sasic.

Cuando Marcel Ziemer marcó el definitivo 3-0 ante el Colonia en Mayo de 2008 una explosión de alivio hizo retumbar las gradas del viejo Fritz Walter Stadion. El mítico conjunto del Palatinado, base de aquella selección alemana que ganó su primer mundial en Berna, acababa de salvarse in-extremis de un descenso a la 3.Liga que semanas atrás parecía inevitable. El autor del pequeño milagro local era un orondo croata de 50 años acostumbrado a renacer de sus propias cenizas, abonado a la épica futbolística desde sus tiempos de jugador. Milan Sasic fue portero del NK Karlovac, famoso en la vieja Yugoslavia por tumbar en su condición de David a diversos monstruos de la extinta república.

Sasic tiene fama de tipo duro, exigente, e intolerante con la apatía, aunque él siempre se muestra molesto y enfurruñado cuando se le cuestiona sobre el asunto: “Es una etiqueta que me han puesto, sabe que significa mi nombre traducido al alemán?, Amor”. Contestó en una de sus ultimas entrevistas. Este apasionado del fútbol moderno, de la presión asfixiante y del juego rápido a un toque se jacta de tratar a sus jugadores como si fueran sus hijos: “Mis muchachos son de mi familia, y les trato como un padre trata a sus hijos, les reprimo y les exijo por su bien.” Siempre tuvo problemas con el jugador disperso y telentoso, sus enfrentamientos con estos son los que le han granjeado fama: “No concibo que un futbolista con talento desperdicie sus cualidades por no aplicarse lo suficiente en el campo, con ese derroche de calidad son ellos los que más deben aportar al equipo.” Sentencia.

Fiel profeta de la relación face-to-face con el jugador invita a sus hombres a que no se encierren en si mismos cuando no les salen las cosas, dialogante y avaro ha conseguido ganarse los corazones del fútbol modesto en Alemania. Este bienaventurado llegó al país formando parte de un contingente de refugiados en 1993. Tras ganarse la vida en lo que buenamente pudo el destino le devolvió la oportunidad de recuperar su relación con la pelota. En un gesto de buena voluntad el equipo de aficionados de Gebhardshain-Seteinebach le acogió en su seno. En ese momento la relación con el banquillo evocaría a la de su tormentosa biografía, sufrió el engaño y el menosprecio por su condición de apátrida, y a pesar de sus evidentes resultados, la convivencia alcanzó un punto de esquizofrenia intolerable. Resignado y desahuciado abandonó el DJK en busca de mejor fortuna.

Karlovac fue fundada por el imperio austro-húngaro como bastión contra la invasión Otomana, una ciudad acostumbrada a la guerra (2 mundiales y 2 civiles en los últimos 120 años) ha moldeado el carácter de sus gentes con el patrón de la supervivencia. De espíritu aguerrido e irreductible son los vecinos de esta población de apenas 50 mil habitantes. Así una vieja gloria de la región acabó en 1995 de manitas en la afamada escuela de Hamm-Sieg (cerca de Bonn). Donde a parte de sembrar el césped, y de arreglar alguna tubería perniciosa, se ocuparía en su tiempo libre de entrenar a los niños. Hamm siempre fue una escuela formativa, acostumbrada a nutrir a los juveniles de los principales clubes del sur, aunque el éxito remunerado en trofeos siempre les fue esquivo. De la mano de Sasic llegaron los primeros, y luego, ya enrolado en el primer equipo de la escuela, los más sustanciosos. Su labor como domador de talento le granjeó fama y prestigio en el universo de las divisiones inferiores.

Al mismo tiempo que la nueva ley de regulación para los refugiados obligó a nuestro protagonista a abandonar Hamm en busca de un puesto de trabajo en Heuzert, el TuS Koblenz entraba en una espiral ruinosa, obligado a deshacerse de su patrimonio, vendiendo a su primera plantilla profesional y cayendo en manos de los acreedores, la viabilidad del club estaba en entredicho tras dar con sus huesos en la quinta división. Un proyecto desahuciado que buscaba soluciones arriesgadas. Tras cumplir con rigor el año necesario para obtener la residencia permanente, Sasic, gracias a su fama granjeada en Hamm, se hizo cargo del Koblenz (a 70 kilómetros de distancia). Recuerda con estupor su actual presidente el momento en el que llegó Milan al club: “No teníamos vestuarios, ni duchas, eramos apenas 5 personas que trabajaban en un piso alquilado en el centro de la ciudad.” Con retales, veteranos y juveniles salió a competir aquel equipo, que de forma sorprendente, sumó ascenso tras ascenso hasta alcanzar la segunda división, un hito en la historia de la sociedad. "Koblenz existe gracias a Milan Sasic", rezaba con honor una de las pancartas del renacido Oberwerth el día de sus despedida.

Aquel grupo sorprendió por su un juego atractivo y veloz: “Al fútbol se juega igual en todas partes, son 11 contra 11 en un rectángulo” con esa sorna despachaba las incomodas preguntas sobre la inferioridad del TuS respecto a todos sus rivales. Los resultados devolvieron la confianza en los inversores, regresando tras mucho tiempo de ausencia, el publico, recuperó la ilusión por un club que se la había robado a base de engaños. Las inexistentes gradas salieron de la tierra como por arte de magia, el estadio vacío se llenó de gente y el rectángulo volvía a estar copado de vayas de publicidad estampándose de nuevo en las camisetas un patrocinador. Todo nació gracias a un balón de cuero ligado a un refugiado croata que trajo la prosperidad deportiva a una sociedad tocada de muerte. Koblenz creció al ritmo que lo hacia su entrenador, creando una nueva entidad de la nada, moldeando una estructura derruida que dio paso a un club moderno gracias al calor del triunfo. Mientras el equipo sorprendía a propios y extraños luchando en la parte media-alta de la segunda división, la gran institución del sur, el Kaiserlautern, vecino y rival del conjunto morado, se hundía en la tabla. Un proyecto de jóvenes talentos creado para el ascenso veía poco a poco como su futuro se iba oscureciendo. Sin dilación, y tras cinco años de éxitos continuados, Milan Sasic aceptó el reto, su mayor reto, entrenando a todo un mito en la historia del fútbol germano. Kaiserlautern había caído en manos del hombre milagro.

En apenas 15 jornadas salvó a los roten-teufel del descenso, pero no fue suficiente. Como le pasara en Gebhardshain, fue mal tratado, engañado, despreciado por una dirigencia que se aprovechó de su modestia y talento para salvar un proyecto en el que jamás confiaron. Entre loor de multitudes, con el aprecio publico y privado de una plantilla de jugadores que llegó a adorarle, fue despedido un año después de su llegada sin motivo para ello. La inmadurez del roster era infinita, insuficiente para alcanzar un ascenso que se exigía con vehemencia y despropósito. Este bonachón de apariencia, acostumbrado al sufrimiento y a trabajar con saldos cogió su encorajinada maleta en busca de un mejor destino. Su aventura en el Palatinado le granjeó fama, había creado con sus propias manos una reputación, aun sin tener carnet de entrenador, ya que fue suspendido en su etapa en Koblenz teniendo que viajar a Colonia para sacarse el titulo que le permitiera entrenar en la Bundesliga2. Del sur al este, de Hamm a Kaiserlautern, y de este a Duisburg. Otro vigía del balonpie germano llamó a sus puertas.

En Julio de 2009 se haría cargo de las cebras. Uno de los primigenios dominadores de la Bundesliga, habitual en los sesenta y setenta en ocupar el podium de la primera división y que llevaba demasiado tiempo hundido en la categoría, falto de motivación, de esperanza y de rumbo. El club puso en sus manos un modesto proyecto a cuatro años para conseguir retornar a su habitat natural, la primera división. Con su habitual paciencia, con la pausa que solo él sabe darle a un proceso tan complejo, inició un camino que en su segunda temporada ya ha conseguido un hito. Tras 13 años, el MSV Duisburg volverá a disputar una final de la POKAL. Un reto, otro más, un imposible, otro más, una utopía, otra más, en la carrera de Milan Sasic. En el mes de Mayo el Olímpico de Berlín se convertirá en el nuevo campo de batalla, el Schalke, su nuevo adversario, y Sasic, viejo guerrero, pondrá en juego, como solo él sabe hacerlo, su capacidad para vencer a la lógica. Otro milagro, Milan, otro milagro.!!

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