1 mar 2011

Magath ya no es querido en Gelsenkirchen.

El pasado mes de mayo el Schalke decía adiós a la liga tras caer derrotado por 0-2 ante el Werder Bremen. A pesar de la decepción que supuso dejar escapar un titulo que parecía seguro, los aficionados del Veltins Arena, quisieron mostrar su agradecimiento al que entendían como máximo responsable de la buena temporada del equipo. Por eso tras retirarse los protagonistas del terreno de juego las gradas permanecieron llenas, obligando a un oculto Magath a salir del vestuario y emprender en solitario una emotiva vuelta olímpica. La hinchada en pie y con sonoros cánticos le decía gracias al entrenador milagro.

Un idilio que parecía difícil de romper, y mucho menos imaginar que pudiera pasar en menos de dos meses. El ex del Hamburgo jamás fue un entrenador de club, quizá por eso nunca ha conseguido echar raíces en ningún sitio, y quizá por ello siempre ha rechazado entrenar a los rothosen, conocedor de que su paso por el exigente banquillo de la ciudad hanseática podría tirar por tierra su imagen de vieja gloria, granjeada durante sus exitosos años de jugador y capitán del equipo.

Félix Magath puede que sea el entrenador ideal para cualquier afición latina. Siempre exigente con el establishment, contestatario contra la adversidad, ganador nato, sargento para con los jugadores, fichador empedernido, y capaz de hacer correr al más desahuciado de los futbolistas existentes. Pero Alemania es otro mundo, y Magath no casa con él. El Schalke anunció el pasado mes de Marzo que la crisis había acabado con la empresa poseedora de los derechos de explotación de los palcos VIP. Lo que suponía un agujero de 22 millones de euros a 30 de junio. Un desfalco contable que ponía en jaque la viabilidad del club. La noticia fue tomada con estupor entre la masa social obteniendo respuestas y soluciones por parte de esta. Hasta el propio entrenador aceptó la posibilidad de traspasar jugadores y emprender un proyecto de perfil bajo.

Quizá fue la celeridad con la que se encontraron soluciones las que motivó la revuelta interna que protagonizó durante el verano. A pesar de conseguir salvar la papeleta el club tenia que escuchar cada rueda de prensa como su mánager exigía constantemente 30 millones de euros para reforzar el equipo. Según este, no podían salir a competir en liga y champions sin desembolsar dicha cantidad. La guerra fue cruda, tanto, que provocó la salida del gerente del club y la llegada, a petición del míster, y gracias a la fe ciega que posee en él el presidente de los mineros, del consejero delegado del Stuttgart, viejo amigo. Un apoyo dentro de una entidad en la que no tiene afines.

Tras la caída de su principal escollo los Königsblauen pusieron en manos de Félix 10 millones de euros. El resto tendría que obtenerlos él con sus propias manos. Ejerciendo sus funciones de “gerente” deportivo no dudó en desmantelar la plantilla. Vendió a su columna vertebral, Westermann, Jones, Rafinha, Bordon... en total recaudó 20 millones de euros, gastándose 34 contratando todo lo que quiso. La batalla interna librada en el seno de la institución les hizo afrontar la competición con un equipo nuevo, sin pretemporada, y con un nivel de preparación física poco aceptable.

Esta guerra soterrada socavó el apoyo popular del entrenador. Aquellos que en Mayo le despidieron con un emotivo abrazo publico empezaron a criticar su postura. La hinchada minera siempre se posicionó de parte del club y vio como un ataque a sus principios la postura enconada de Magath. Las revueltas siempre empiezan de forma sorda, hasta que poco a poco van alcanzando el estruendo necesario que les permite hacerse oír. Los primeros en protestar contra la actitud del entrenador fueron silenciados por este: “Son solo un pequeño grupo de gente”. Su respuesta no hizo más que justificar su posición, estos, se desplazaron a Hamburgo ataviados con unos colores que no eran el tradicional azul minero. Aquellas camisetas blancas con las que apoyaron a su equipo en el Imtech Arena tenían un lema escritas en ellas, que no era otro que las palabras que les dedicó Magath. El movimiento fue a más en el Veltins, donde la fankurve apareció vestida de color blanco en su integridad.

La protesta ha ido creciendo a medida que los resutlados han sido adversos. El repunte llegó en el pasado parón invernal, cuando el Schalke volvió a tirar mano del mercado para fichar jugadores. Una gota que colmó el baso del hasta entonces silencioso sector de la grada, que no dudó en redactar un manifiesto contra el entrenador. El descrédito del míster alcanzó tal punto que este en un acto desesperado estrenó su propia pagina en Facebook, para, según él, limar asperezas con el aficionado. Una vía de comunicación para hacerles ver el acierto de sus decisiones. Que no están basadas más que en un solido y férreo convencimiento de que su política de contrataciones conseguirá hacer al actual equipo campeón de liga en 2013. Afirmación que sus detractores rebaten asegurando que lo hará a costa de la economía del club.

De momento, y a pesar de conseguir superar en amigos a la propia pagina oficial de la institución, el rechazo de gran parte de la grada continua creciendo. El pasado fin de semana en la curva norte se desplegó una pancarta alusiva emulando al logo de la popular red social y su famoso icono de “Like”, mostrando de forma publica que a ellos Félix Magath ya no les gusta.

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