Kaiserlautern es una ciudad del tamaño de Castellón situada en el corazón de Renania. No es una plaza con una gran relevancia histórica y su economía se basa en la comunicación y la minería. Sin embargo esta ciudad vive por y para el fútbol. En cada rincón, en cada plaza, en cada bar, no hay lugar dónde este deporte no sea seguido y vivido bajo el manto rojo del Lautern.
En mayo de 1998 el equipo del sudeste de Alemania se hizo con el titulo contra todo pronóstico. A pesar de ser uno de los dominadors del fútbol germano en los inicios de la década de los noventa, los roten-teufe venían de ser un recién ascendido. Con un equipo joven, entre los cuales se encontraba un chico de 19 años conocido como Ballack, apuntaldo con grandes veteranos, como Olaf Marschall, máximo goleador de aquel campeonato y uno de los jugadores clave, dominó el campeonato desde la primera jornada, en la cual se impuso por 1-4 al Bayern de Múnich en el olímpico.
El otro milagro de la ciudad se produjo casi 50 años antes, cuando “cinco amigos” de Kaiserlautern se enrolaron en el equipo de la ciudad. Aquellos jóvenes pronto despuntaron y hicieron del 1.FCK un equipo temible en la década de los 50. Aquel grupo de amigos, entre los cuales se encontraban los hermanos Fritz Walter, fueron los artífices del mayor triunfo de la historia del fútbol alemán. Contra todo pronóstico la selección alemana, convertida en una extensión del club, se impuso en la final del mundial de Suiza a la Hungría de Puskas, selección que endosó un 6-0 a los alemanes en la primera fase. Aquella Alemana, que venia de la más cruda post-guerra, y de un país sin tradición futbolística, no se jugaba liga, sino eliminatorias ha partido único durante la primavera, se llevó su primer mundial.
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